domingo, 2 de abril de 2017

Fábulas de dinosaurios.

El dinosaurio torpón

dinosaurio

Existió una vez un dinosaurio, apodado Dino, que era tan grande como un castillo. A pesar de su tamaño Dino era un dinosaurio bueno y muy feliz, y amaba tanto a la naturaleza que era absolutamente incapaz de hacerle daño ni a un molesto mosquito. Se pasaba el día tan alegre que saltaba y danzaba por doquier animando a cuantos pasaban a su alrededor.
Sin embargo, un día ocurrió un accidente terrible. Dino, en uno de sus joviales paseos, pisó sin querer, con su gran pie, una preciosa flor que había junto al camino. La bella flor no pudo soportar la fuerza de aquella pisada, y aquel terrible accidente supuso el fin de la alegría para Dino. A pesar de que todos le animaban diciéndole que había sido un percance desafortunado y que podía haberle pasado a cualquiera, Dino no se consolaba y no se perdonaba a sí mismo el no haber estado más atento.
De esta forma, Dino se sentía cada vez más triste y desolado, y sus vecinos que le querían mucho, no podían aguantar aquella situación. De manera que decidieron tramar un plan para acabar con la tristeza de Dino, pero no eran capaces de dar con él.
Hasta que un día a un saltamontes se le ocurrió lo siguiente:
  • Tal vez la solución sería que Dino caminase de un lado a otro dando saltos y cabriolas, como a él le gusta. De esta forma, no podrá hacer daño nunca a nadie más- Exclamó orgulloso de su idea.
Y tenía motivos para estar orgulloso, ya que a todos les pareció una fantástica idea, incluso al mismísimo Dino que, a partir de entonces, fue de acá para allá saltando y bailando siempre, y con muchísimo cuidado, de puntillas. Y de esta sencilla forma, Dino recuperó su alegría y se reconcilió con la naturaleza a la que tanto quería.

El Dinosaurio

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 EN 20 ENERO, 2009
     Dino era un dinosaurio alegre y juguetón. Se había ganado a pulso el cariño de sus familiares y vecinos. Se pasaba el día cantando, bailando y no paraba de hacer cabriolas y dar saltos. Amaba la Naturaleza y siempre tenía cuidado de no hacer daño ni a un simple mosquito, pese a su enorme tamaño.
     Un día, sin embargo, pisó una hermosa florecilla y ésta no tardó en morir. Una profunda tristeza se apoderó del dinosaurio. No le consolaba la idea de que el accidente había sido fortuito. Él no había pisado a la flor intencionadamente.
     Pasaron los días y Dino se encontraba cada vez más deprimido e inconsolable. Sus vecinos, apenados al verle así, decidieron buscar alguna solución. Por más que se estrujaban la cabeza, no conseguían dar con ella.
     Por fin, a un saltamontes se le ocurrió una solución muy razonable.
     – Si Dino tiene tanto miedo de aplastar a las flores y a los pequeños animalillos, que salte de ahora en adelante de puntillas. Así no podrá hacer daño a nadie -dijo, con gesto de alivio.
     A todos les pareció bien la sugerencia del saltamontes, incluido Dino, quién, desde entonces, saltó y bailó siempre de puntillas. Su tristeza se evaporó y volvió a ser el feliz y amable dinosaurio de siempre.


Los T-Rex Están Con Dios En El Paraíso


Hacía mucho, pero muuucho tiempo atrás, habían animalitos llamados dinosaurios. Habían distintas clases, unos comían carne y otros no y unos caminaban en cuatro patas y otros en dos. Esos que caminaban solo en dos patas se llamaban T-Rex y ellos eran los mas tristes de todos,¿Porque? Pues porque aunque parecían que lo podían hacer todo porque andaban en dos patas no era así.
 Ellos eran los mas cariñosos de todos, pero tenían bracitos tan cortitos que no se podían abrazar. Los otros dinosaurios se reían de ellos, y ellos se sentían muy mal por eso. ¡Querían tener brazos largos para abrazarse!. Unos se sentían tan tristes que ni salían de su cueva y veían a los otros dinosaurios divertirse. Un dia como otros estaban todos los T-Rex durmiendo y en un sueño les apareció un señor llamado Jesús, el les dijo que esa noche fueran al lado del rió cuando todos los demás dinosaurios estuvieran durmiendo.
 Todos los T-Rex fueron y encontraron al mismo hombre allí, para ellos fue muy raro, pues nunca habían visto a alguien como el, pero lo que los T-Rex miraban eran los brazos del hombre, ¡Eran largos! así como ellos querían. El hombre les dijo: Mi Padre y Yo hemos visto y escuchado lo que ustedes desean. Él dijo, que si venían conmigo les daría lo que ustedes piden. Los T-Rex se fueron con el a un sitio llamado Paraíso, era lo mas lindo que habían visto, y así como Jesús prometió,
 Su Padre y Él les dieron sus brazos como ellos los querían. Al tiempo, muchos otros dinosaurios querían cosas, pero Jesús le dijo: "Solo se las daremos si piden perdón a quien una vez ofendieron". Así hicieron, y por eso ya no vemos dinosaurios, porque todos los dinosaurios están con Dios, el Padre de Jesús y con El mismo, porque todos los dinosaurios van al cielo, y allá vivieron muy felices.2

Cuentos de Dinosaurios. 4- “Pablo, el Tiranosaurio- Rex”

Hugo y Sauri remaban con todas sus fuerzas pero la corriente del río, tan cerca de la vertiginosa caída de agua,  empujaba demasiado fuerte y la balsa era arrastrada irremediablemente sin control. De repente, el forzudo Tiranosaurio- Rex derribó uno de los árboles de la orilla del río y este cayó encima de la balsa. Hugo al instante agarró una de las ramas con los dientes, durante un breve espacio de tiempo la balsa de nuestros dos amigos se detuvo. Entonces Sauri también agarró una de las ramas con la boca. Los dos notaron como poco a poco el árbol subía y salía del agua. El Rex estaba arrastrando el  árbol junto con los dos dinosaurios. Su fuerza era espectacular!! Al cabo de un instante, el árbol, Hugo y la asustada Sauri, ya estaban arriba del todo, sanos y salvos.
Una vez a salvo y recuperado el aliento, Hugo se presentó a su providencial salvador:
– Hola, amigo. Mi nombre es Hugo y esta es mi amiga Sauri, muchísimas gracias por salvarnos. No teníamos ni idea de lo peligroso que podía resultar este río.
– Muchas gracias!! Le dijo Sauri supercontenta al Rex, que todavía resoplaba cansadísimo después del esfuerzo realizado.
– No tenéis porqué darme las gracias. ¿A quién se le ocurre navegar por el Gran Río Salvaje? Mi nombre es Pablo. Vivo muy cerca de aquí. Si queréis, podéis venir conmigo y descansar en mi casa.
-Será un verdadero placer- Le contestó Hugo.
-Si, si, tengo muchísima hambre!- Repetía Sauri y los rugidos de su barriga proporcionaban absoluta veracidad a sus palabras.
El gran Tiranosaurio- Rex comenzó a caminar por un sendero serpenteante y los dos aventureros le siguieron pensando en una cena abundante y en una camita cómoda y calentita.
– No sois los primeros dinosaurios que saco del río. Hace dos veranos me encontraba recogiendo ramas en la orilla para cubrir el tejado de mi invernadero, cuando escuché unos desesperados gritos de auxilio que provenían del agua. No podía dar crédito cuando al acercarme vi a un Triceratops desesperado agarrado a la vegetación, casi en las últimas, completamente agotado. Lo pude sacar igual que a vosotros, utilizando las ramas de un árbol al que se agarró fuertemente con los dientes para salir. Desde entonces vive conmigo en mi cueva. Cuando lleguemos a casa lo conoceréis, bueno, la conoceréis. Es una Trice…
 
Pablo no pudo acabar la frase porque entre la vegetación apareció una gran cabeza rodeada de púas y con dos cuernos al frente.
– Buuuu, Susto! Hola, Pablo! ¿De dónde vienes?- Preguntó alegremente la recién llegada Triceratops.
– Hola, Teresa!. Amigos, esta Triceratops tan bromista y divertida es Teresa. Mi compañera de cueva desde que la saqué del río- Contestó el Rex moviendo la cabeza hacia atrás.
Pablo le pellizcó la mejilla a Teresa mientras llegaban a una gran explanada justo delante de la entrada de una enorme cueva.
Hugo y Sauri han conocido a dos estupendos dinosaurios. Pablo, el forzudo y noble Tiranosaurio- Rex y Teresa, la bromista y divertida Triceratops. Esta grupo cada vez es más grande. No te pierdas la continuación de las aventuras de tu pandilla jurásica favorita!!!



LOS TRES AMIGOS DINOSAURIOS

Una mañana de verano se encontraba Pini, un brontosaurio de cuello largo y comedor de hojas de los árboles, desayunando.



De pronto, llegó Apto, un velociraptor que era muy malo y quería comérselo.


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Pini echó a correr asustado y se encontró con su amigo Willi, un triceratop. 


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Los dos pidieron ayuda a Forzudo, un tiranosaurio Rex, que empezó a rugir y salió corriendo a luchar con Apto.

Empezaron a pelear, pero como Forzudo era más fuerte, mordió a apto que salió corriendo asustado.

Los tres amigos fueron a ver a Púa, un estegosaurio, y le contaron lo que había pasado.
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Púa les dijo que hablaría con Petri, un pteranodon, que, como volaba, podía avisarles cuando Apto estuviera cerca y así podrían escapar.

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Los tres amigos se fueron muy contentos y felices a jugar.

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