domingo, 17 de mayo de 2020

La Sirenita

La sirenita 



Cuentan que no hace mucho tiempo, un joven pescador zarpó como cada mañana rumbo al mar en busca de peces, a bordo de su vieja, pero resistente embarcación. Luego de varias horas sin lograr atrapar presa alguna en sus redes, el pescador se quedó dormido a plena luz del día, y al cabo de unos minutos, despertó con desconcierto para comprobar que se había alejado mucho de la costa.
Una vez arribada la embarcación a la orilla, el joven notó que apenas podía empujarla hacia la arena. Al buscar entre las redes echadas al mar, pudo comprobar con gran sorpresa que en ellas se encontraba atrapada una extraña criatura que permanecía inconsciente. A primera vista, parecía una mujer de cabellos dorados y radiantes, aunque lo más raro era que no tenía pies, sino una cola de pez que se movía a merced de las olas.
Tras recoger las redes y asentarse sobre la arena, el joven quedó un buen rato observando el rostro fino de la mujer, sus manos, sus ojos cerrados, su piel tan delicada, y sin atreverse a despertarla, decidió regresar con ella a casa lo antes posible. Una vez que el pescador arribó con la misteriosa muchacha en sus brazos, y cuando por fin la acomodó en su humilde cama, esta abrió los ojos.
“Soy una sirena” – dijo la criatura con una voz melodiosa y dulce fijando sus bellos ojos verdes en la mirada atónita del pescador. Desde entonces, el jovenzuelo no hizo otra cosa que dedicarse a su nueva compañera, y aunque salía a pescar como de costumbre cada mañana, siempre regresaba apresurado a casa para encontrarse con la sirena y compartir juntos el botín de peces. En las tardes, el pescador la bañaba con agua de mar para que no perdiera su hermosura, y en las noches, ella entonaba hermosas melodías hasta quedar dormidos uno junto al otro.
Con el paso del tiempo, muchas personas acudían a la pequeña casita del pescador para conocer a la hermosa sirena, e incluso, no faltaron personas aprovechadas que intentaron llevársela. Primero fue un entrenador de circo, luego un director de zoológico, y más tarde, un excéntrico coleccionista. El pescador recibía ofertas de dinero muy tentativas, pero jamás cedió ante ninguna propuesta, pues para él, compartir su vida con la sirena era lo más maravilloso del mundo.
Cierta mañana en que la sirena se encontraba descansando a la sombra, el pescador notó que su bella amada no se sentía bien, y al preguntarle el motivo de su tristeza, esta le respondió: “He pasado muy buenos momentos a tu lado, pero me invade una nostalgia profunda por visitar el mar y reunirme con mi familia. Tal vez tú pudieras ayudarme”.
Al comienzo, el pescador se negó rotundamente a separarse de la sirena, pero al ver que su melancolía iba en aumento, no tuvo otro remedio que levantarse bien temprano en la mañana y zarpar junto con ella hacia el mar. Después de un largo rato navegando, el pescador se quedó dormido, y al despertar, tuvo una gran aflicción en su corazón, pues la sirena ya no se encontraba en su barca, sino que se había deslizado hacia el mar para no volver nunca más.
Desde ese momento, la tristeza del joven pescador fue cada vez peor. Ya no salía temprano en las mañanas ni se molestaba en tirar sus redes al mar en busca de peces. Tan desconsolado andaba el desdichado, que solamente tenía fuerzas para recorrer la costa en busca de su amada, y así quedaba durante horas mirando el horizonte, cantando las canciones que ella le regalaba cada noche. Las personas que habitaban el lugar sentían mucha lástima por el pescador, e incluso, algunas se atrevían a decir que este había perdido por completo la razón.
¡Pobre pescador! ¡Qué desdicha el amor! – exclamaban grandes y chicos cuando pasaban cerca del mar y contemplaban al jovenzuelo enamorado caminando de un lado al otro de la orilla. Así, un día tras de otro, llegaron a pasar cinco años de angustia, y durante todo ese tiempo, el pescador nunca volvió a tener noticias de la sirena.
Cegado por la luz del sol y famélico de no comer, un buen día, el pescador recobró el brillo en sus ojos cuando avistó a lo lejos una extraña figura que se movía entre las olas. La misteriosa silueta se acercaba cada vez más a la costa, pero el joven no podía saber si se trataba de un pez gigante o una embarcación a la deriva. Cuando por fin estuvo lo suficientemente cerca, el pescador alzó sus brazos al cielo y dibujó una débil sonrisa en sus labios. ¡Era la sirena! Su hermosa amada de cabellos dorados volvía a su encuentro, y cuando por fin se abrazaron rodeados de espuma, la muchacha le comentó:
“He venido a llevarte conmigo. En el fondo del mar podremos vivir muy felices hasta el fin de los días”. Sin embargo, y a pesar de su ilusión, el pescador sabía que jamás podría irse a vivir a las profundidades del mar, pero su amada le reveló un secreto maravilloso que ningún humano sobre la tierra conocía, y es que, si una persona logra tocar los labios de una sirena, podrá respirar bajo el agua para siempre.
Así fue que, sumidos en un largo y profundo beso, los dos amantes lograron adentrarse en las aguas del mar y desaparecer del mundo para vivir felices por el resto de sus días. Las personas del lugar, nunca más volvieron a saber del joven, algunos cuentan que se ahogó en el mar, otros aseguran que zarpó en su barca y desapareció en el horizonte, pero ahora ya conoces la verdadera historia del pescador y la sirena varada.


La Sirenita


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