viernes, 31 de marzo de 2017

Animales de la granja


Los animales de la granja.
granja
Había una vez un hombre que vivía en una granja. Todos los días se levantaba muy temprano (Bostezar como sí nos estuviéramos levantando). Siempre lo hacía cuando cantaba su gallo Kiriko (kíkiríki, kíkíríkííiíí, …. ). Luego se lavaba y después desayunaba leche y unas tostadas de pan muy ricas (Abrir y cerrar la boca primero despacio y después rápido, aumm, aumm,…. imitando comer). Seguidamente, se iba a cuidar a los animales. Primero limpiaba las cuadras donde estaban, y lo hacía cantando (lalalala, lalala lalalala lale, lalalala lá lalalali,…. se pueden seguir inventando diferentes ritmos).
Todos los animales estaban muy contentos porque veían que el granjero estaba contento y lo dejaba todo muy limpio para que ellos estuvieran a gusto. Después de haberlo limpiado todo, empezaba a dar palmadas (distintos ritmos de palmadas), diciendo:
– Todos a comer.
Y todos los animales se relamen, porque ya tenían hambre (mover la lengua de un lado para otro pasándola por los labios de arriba y luego por los de abajo, despacio y rápido. Luego apretar los labios uuummmm, uum, uumm, … ) y se preparaban para recibir la comida.
El granjero empezó a darle de comer a las gallinas:
– Hola gallinitas, (pita, pita, pita, pita, piíita,….)
Las gallinas lo recibían muy contentas (cooooco, cococoooooco, ….) y los pollitos también (pío pío píooo…) y empezaban a picar el trigo que les echaba.
Después siguió con los patos:
– Hola patitos, y silbaba para llamarlos (intentar silbar varias veces, aunque solo salga el soplo).
Los patitos acudían rápidos (cuaca, cuaca, cuaaa…) y comenzaban a comer.
Luego se iba a donde estaban otros animales, la vaca, el cerdo, las ovejas y las cabras, a los que también saludaba.
-Hola, hola, (Hacemos participar a los niños para que digan varias veces el saludo, para que les puedan contestar los animales).
Y todos los animales contestaban alegres (la vaca: muuu, muuu, muuu,…. el cerdo: oinnn oiíinnn oíiínnn,…. las cabras y las ovejas: beeee, beeee, beeee, …. ) y se pusieron a comer.
Por último acudió corriendo su caballo (tocotoc, tocotoc, tocotoc,..) y también los conejos, porque ellos también querían comer. Y cuando les dio la comida, empezaron a mover su boca (movimiento de labios cerrados, abiertos, lento, y algo más rápidos), y allí se quedaron todos.
El granjero, cuando acabó la tarea, se fue a su casa a comer y a descansar un poco.
Cuando llegó la tarde fue al campo con su perro, los dos iban muy alegres; el granjero cantando (lalala lá, lalala lala lala la,….) y el perro lo acompañaba (guauu, guauu, guau guau guauuu,…).
Iban alegres porque tenían que cortar hierba para que los animales de la granja, tuvieran comida al día siguiente.
Cuando acabaron volvieron a la granja igual de contentos (repetir lo anterior, si se quiere con otros ritmos).
Al final del día se fueron a cenar, y después a dormir (Inspirar por la nariz y echar el aire por la boca, como haciendo el dormido).
Todos los animales de la granja, también dormían felices, porque tenían un granjero que los cuidaba muy bien, y por eso lo querían mucho.
Por eso, siempre que se cuida bien a los animales, nos querrán mucho.

La granja del abuelo



Había una vez un niño llamado Pepe, que tenía 5 añitos y vivía con su  papá y su mamá. 
Un día mamá  tuvo una gran idea.
-Podemos ir a visitar la granja del abuelo!! 
A Pepe le entusiasmaba mucho la idea:
- Siiiiiii....vamos a la granja del abuelo.

Pepe, papá y mamá se montaron en el coche y partieron rumbo a la granja.
Una vez en la granja, Pepe pudo ver todos los animalitos que el abuelo tenía allí y descubrir sus sonidos.
Había algunas gallinas, que le saludaban con un ruidoso cacare COC COC COC. Al entrar al gallinero Pepe descubrió que las gallinas habían puesto huevos!!!
Junto a las gallinas, había un gallo.El gallo tenía una cresta grande y tan pronto Pepe se acercó pudo descubrir el sonido del gallo KIKIRIKII.

El abuelito, llevo a Pepe ahora a las pocilgas. Que mal huele! exclamo Pepe. Y al asomarse vió a una enorme cerdita con sus cochinillos alrededor.
Junto a la pocilga de los cerditos, había un establo. En el establo viven un enorme caballo blanco, un mediano burrito negro y un pequeño pony marron. 
-Pepe, ¿quieres pasear con el pony? dijo el abuelo.
Y Pepe asintió. Fue un paseo increible! Pasearon junto al río, y llegaron a unos enormes prados. En los prados había vacas y ovejitas.
Las vacas eran blancas y negras y mugían así MUUUUU.
Las ovejitas tenía mucha lana, y cantaban: beeee beee beeeeee.
Al anochecer Pepe y el abuelito volvieron a la casa, y la abuela había preparado una deliciosa cena con los huevos que Pepe cogió del corral de las gallinas. 
Se sentaron todos en la mesa y comieron felices. 

 Publicado por  Odisea86 

Una granja singular

En una granja vivían un grupo muy variado de animales: vacas, asnos, caballos, patos, cerdos, gallinas, chivos, pavos, un perro y un gato. Nunca se ponían de acuerdo en nada.

Una de las vacas estaba encargada de poner el orden entre los animales, pero lejos de hacerlo, por el contrario generaba desorden, puesto que el cerdo y el pavo le halagaban y adulaban, con la finalidad de contar con su protección y evitar cumplir con sus tareas. Para ello le llevaban pasto, frutos y agua, con esto, la vaca consentía todas sus faltas sin amonestarlos.

El cerdo siempre faltaba a sus obligaciones, se quedaba durmiendo y poco colaboraba. El pavo, ay el pavo, éste se inflaba queriendo demostrar elegancia, pulcritud, aplomo, entereza…pero qué va! Era otro flojo, que lo único que hacía era pasearse por el corral mirando de reojo al resto de los animales.

Al igual que el cerdo, llenaba su buche y holgazaneaba. Entre ellos se sentaba una gata negra, brillante, silenciosa, en ocasiones ronroneaba y le hablaba al oído a la vaca, quien consentía sus faltas sin saber el porqué, parecía que ésta tenía cierto poder de convencimiento sobre la vaca o tal vez le guardaba un secreto muy importante, lo cierto es que la gata también gozaba de ciertos privilegios.

Otros animales como el perro, el caballo, el asno, el pato, el chivo y la gallina, trabajaban de sol a sol, cuidando la granja, almacenando maíz, cargando agua y alimentos. La vaca solo se dedicaba a mandar a este grupo mientras seguía comiendo.

Un día, cansado de la actitud de la vaca, el perro se dispuso a reclamarle por su negligencia, ya que la granja era un completo desorden, se reunió con el asno y el caballo, ya que la gallina comenzó a cacarear y a correr de un lado al otro, al final decidió no ir, pues quería quedar bien con el perro y con la vaca al mismo tiempo, como dice un refrán: Quiso quedar bien con Dios y con el Diablo.

El chivo dijo: – No me interesa, ya estoy viejo, solo cumplo con lo que me toca y listo. Total, un día de estos me mudo con mis parientes de los Médanos de Coro¡ Y se fue caminando haciendo un ruidito con sus cascos. El caballo y el asno acompañaron al perro a realizar un llamado de atención a la vaca. Ésta se encontraba como siempre echada en el corral, cuando vio que entraban hizo un gesto de fastidio.

La gata que también estaba a su lado guardó silencio. – Buenos días Señora vaca, queremos hablar con usted- dijo el perro. – Está bien, pasa. Dijo la vaca con una voz pastosa – Esta situación no puede continuar vaca, la granja se está deteriorando y tú no haces nada¡ ¡Pocos somos los que trabajamos y el resto solo holgazanea, estamos cansados de lo mismo! La vaca solo le contestó: -Está bien perro, le voy a llamar la atención a los otros animales. Después hablamos.

Pasaron los días y nada había cambiado. Pero la vaca pronto se llevaría una sorpresa… Llegó el fin de semana y el propietario de la granja llegó hasta el corral y dijo: – ¡Caramba pero esta granja está bien descuidada! Voy a vender unos animales de estos para comprar materiales para repararla. Voy a vender la vaca, el cerdo y el pavo, ya que se acerca la navidad, total, la vaca no da leche, solo vive echada comiendo al igual que el cerdo y ese pavo. Y esa gata negra ni siquiera sale a cazar los ratones que me destruyeron el granero.

Al escuchar estas palabras la vaca y el cerdo se levantaron de inmediato, la gata comenzó a dar carreras en el granero persiguiendo a los ratones. El pavo se subió a un arbusto sin esponjar sus plumas.

Al día siguiente la vaca, el cerdo, el pavo y la gata se levantaron muy temprano a limpiar el corral, a almacenar granos y a corretear ratones, mientras el perro les ladraba para que no se detuvieran a perder el tiempo. La vaca, el cerdo y el pavo, aún viven con el recuerdo de aquellas palabras que los atormentan, aunque pasó Navidad, tienen temor que el Propietario de la granja cumpla su amenaza.

El perro y los otros animales ahora están más aliviados, ya que no recae todo el trabajo sobre ellos, ahora todos cumplen con sus obligaciones.

El caballo valiente.


Érase una vez una granja en la que vivían muchos animales. Había cerdos, gallinas, gallos, ovejas, caballos, vacas, patos y conejos. También había algunos perros y muchos gatos.

Un día a una de las ovejas se le ocurrió salir de la granja a conocer mundo. Estaba aburrida de estar siempre en la granja, haciendo lo que le decían. Así que, aprovechando un despiste del granjero, la ovejita se marchó.

Uno de los caballos, al verla salir, la llamó y le dijo:
- ¿Dónde vas, oveja loca? ¿No te das cuenta que fuera hay muchos peligros para ti? Podría encontrarte un lobo y atacarte.
- Déjame en paz -dijo la oveja-. Me voy a conocer mundo. Estoy aburrida de estar aquí metida.

Y se fue aprovechando que era casi de noche. El caballo la observó mientras se marchaba. De repente vio a un lobo que se acercaba sigiloso. La ovejita ni se había dado cuenta. El caballo relinchó y relinchó, pero la oveja no le hacía caso, pensando que sólo quería que volviera a casa.

Parecía que no era posible evitar la tragedia. El lobo se acercaba cada vez más, dispuesto a cenarse a la pobre ovejita. Entonces, el caballo saltó la valla y cabalgó todo lo rápido que pudo. Y justo cuando el lobo se preparaba para abalanzarse sobre la oveja, el caballo le dio una coz tan fuerte que lo dejó tumbado y sin poder moverse.
- ¡Vamos! ¡Corre! -le dijo el caballo a la oveja. Pero la oveja no era tan veloz como el caballo.

El lobo se levantó y fue de nuevo a por la oveja. El caballo volvió a darle otra coz.
- ¡Huye! - le gritó el caballo a la oveja-. Yo le entretendré aquí.

La oveja huyó hacia la granja mientras el caballo coceaba al lobo, pero se llevó unos buenos mordiscos. Los balidos de la oveja alertaron a los perros y a los granjeros, que salieron al rescate del caballo. Cuando llegaron espantaron al lobo y ayudaron al caballo, que estaba herido.
Al día siguiente, la ovejita se acercó al caballo y le dio las gracias por salvarla del lobo.
- Siento mucho que te hayan herido por mi culpa -le dijo-. Eres un gran amigo. Me dijiste que salir sola era peligroso y no te hice caso. Si no hubiera sido por ti hoy estaría en la barriga de ese lobo.
- Espero que hayas aprendido la lección, pequeña oveja -le dijo el caballo-. Y que la próxima vez escuches con atención los consejos de este viejo caballo que ya ha vivido mucho.

Y así fue como la ovejita aprendió a escuchar a los mayores y entendió que salir sola era muy peligroso.


Autor:



Edades:
 
Todas las edades


El lechero avaricioso

Había una vez un lechero que trabajaba duro para mantener a su familia. Todos los días se levantaba temprano para ordeñar las vacas y llevar la leche a la gente de la ciudad que había al otro lado del río donde estaba su granja.

Un día se le ocurrió que podría añadir un poco de agua a la leche y así podría sacar más dinero con el mismo esfuerzo. Y así lo hizo. Después de ordeñar las vacas, el lechero añadió un cacito de agua en cada cántaro antes de salir. Como vio que la gente apenas notaba la diferencia, empezó a añadir cada vez más agua, de modo que comenzó a ganar más y más dinero por la misma leche y en poco tiempo el lechero se hizo rico gracias a sus engaños.

Con el dinero que ganó, el lechero se compró una casa más grande, ropas elegantes e incluso joyas que lucía con descaro. La gente se empezó a preguntar cómo era posible que aquel lechero, de repente, pudiera permitirse comprar todas esas cosas.

En aquella ciudad vivía un viejo muy sabio que llevaba tiempo sospechando de las trampas del lechero, y decidió darle una lección.

El sabio echó en la fuente de la que manaba el agua de la ciudad unas gotas de un líquido especial que hacía que el agua cambiara de color al calentarse. Aunque no era venenoso la gente se asustó al ver que el agua se ponía verde. El viejo sabio no reveló sus planes, pero aconsejó a la gente solo tomaran leche mientras averiguaba qué ocurría.

Durante unos días, la gente de la ciudad sólo bebió la leche del lechero, que vio cómo su riqueza aumentaba.
Entonces, el viejo sabio echó las gotas en la fuente de la que el lechero sacaba el agua que añadía a la leche que vendía.

Cuando la gente de la ciudad vio que la leche se ponía verde igual que el agua, comprendieron que el lechero les había estado engañando y se había hecho rico vendiendo leche aguada.

La gente de la ciudad quería ir a casa del lechero para quitarle las riquezas que había ganado haciendo trampas, pero el viejo sabio les convenció para darle un escarmiento de otra forma. 

- Tengo una idea mejor-dijo el viejo sabio a los miembros del consejo del pueblo-. Pondremos un cartel de aviso en la fuente diciendo que el agua está envenenada y que no se puede utilizar. Eso hará que el lechero crea que no puede añadir agua a su leche. 

Cuando el lechero vio el cartel de la fuente sintió que el mundo se le venía encima. ¿Qué iba a hacer ahora? Efectivamente no le quedó más remedio que vender su leche sin aguar. Pero claro así no podía vender tantos litros como antes, así que empezó a ganar menos dinero. Y como no ganaba suficiente para mantener su nueva casa tuvo que venderla y volver a la granja donde había vivido siempre.

El lechero aprendió la lección y nunca más volvió a aguar la leche.

La desaparición de la ovejita Tili.
Tili era una ovejita muy traviesa que se pasaba el día intentando huir de su rebaño cuando salían a pastar. Pero Julito, el pastor, y Canete, el perro pastor, no le perdían ojo, y siempre la pillaban a tiempo para que no se escapara.

Un día, Tili decidió que ya estaba bien de tanta norma, y decidió escaparse por la noche, a pesar de que todos le habían advertido que había un peligroso lobo rondando la granja.

Pero Tili pensó que era más lista que nadie y, aprovechando que todos dormían, se escapó.

Tili corrió mucho hasta llegar al bosque, donde se escondió. Estaba agotada por la carrera y la noche sin dormir, así que se metió en el hueco de un viejo árbol que encontró y se quedó dormida.

A la mañana siguiente, cuando Julito y Canete descubrieron que Tili no estaba, se pusieron a buscarla como locos. Canete, con su potente olfato, siguió su rastro hasta el bosque, y llegó hasta el árbol donde Tili se había echado a dormir. Pero allí no había nada. Julito encontró restos de lana enganchados a unos arbustos que crecían junto al árbol.

- Es evidente que Tili ha estado aquí -dijo Julito.

Canete ladró para confirmarlo.

- Pero, ¿dónde está ahora? -dijo Julito-. Canete, nuestra ovejita se ha tenido que ir a algún sitio.

Canete intentó recuperar el rastro, pero era todo muy confuso.

- Tal vez se la haya comido el lobo -dijo Julio.

Pero Canete ladró fuerte, como queriendo decir que eso no era posible.
Tienes razón, Canete -dijo Julito-. Si el lobo hubiera encontrado a Tili se la habría comido aquí mismo.

Tras un rato pensando, sin que se les ocurriera nada, Julito y Canete volvieron a la granja. Había que sacar a las ovejas.

De vuelta a la granja, a Julito se puso a pensar en voz alta.

- Canete, Tili no puede haber desaparecido sin dejar rastro, ¿cierto?

Canete ladró, afirmando lo que decía Julio.

- Entonces, si no se ha movido de allí es que el lobo no la ha encontrado -siguió pensando Julito-. ¡Volvamos!

Julio y Canete volvieron corriendo al hueco del árbol.

- Tili estuvo aquí, y de este punto no se ha ido. Tampoco ha vuelto a casa por donde vino, porque la hubiéramos encontrado.

Julito se puso a mirar por todas partes a su alrededor. Entonces, dijo:

- No se fue por la derecha, ni por la izquierda, ni tampoco por delante o por detrás. Hacia abajo imposible, pero, ¿podría haberse ido hacia arriba?

En ese momento, pastor y perro miraron hacia arriba, y allí encontraron a Tili, dormida sobre una gruesa rama.

Julito encontró un túnel por dentro del árbol, que llevaba justo a la rama donde se había quedado dormida Tili.

Como Julito no cabía por el túnel, se subió al árbol, cogió a la ovejita y se la llevó de nuevo a la granja.

- Tili, podría haberte encontrado el lobo -la regañó Julito.

La ovejita baló, asustada.

Menos mal que el túnel del árbol era muy estrecho, que si no…

Esa fue la última vez que Tili se escapó. La verdad es que había oído aullar al lobo desde la rama, y no se había atrevido a bajar de allí de puro miedo. Esa vez había tenido suerte, pero nunca se sabe que podría pasar si volvía a escaparse.



Autor:
Eva María Rodríguez

Edades:
 
Todas las edades

Valores:
 

El cerdito quería ser cantante.
Había una vez un cerdo llamado Antón que quería ser cantante. Desde que era un cerdito siempre le había gustado escuchar música. Se pasaba el día cantando las canciones de moda que sonaban en la radio de la granja.

Todo el mundo le decía que los cerdos no podían ser cantantes. Que si los cerdos son muy grandes, que si los cerdos son muy sucios, que si los cerdos son muy feos… Todo eran pegas.

Pero Antón estaba decidido a ser cantante, así que cogió sus cosas y se fue a la ciudad a buscar un profesor de canto. Visitó todas las escuelas de música que había, pero en ninguna quisieron darle clases porque su gruñido era muy desagradable.

Triste y desilusionado, Antón decidió volver a la granja. Pero cuando llegó a la estación se dio cuenta de que ya no le quedaba dinero para coger el autobús.

El pobre animal necesitaba conseguir dinero para marcharse, pero no sabía hacer nada más que cantar, aunque a su manera. Y no se le ocurrió otra cosa que sentarse en la puerta de la estación de autobuses a cantar un blues acompañado de su guitarra.

Cantando estaba cuando pasó por allí un productor de cine que se quedó impresionado al ver el sentimiento que Antón le ponía a su canción.

- Hola, ¿qué es lo que te pasa? -le preguntó-. ¿Por qué cantas una canción tan triste?
- Quiero ser cantante y nadie me da una oportunidad -respondió el cerdo-. Todo el mundo me dice que los cerdos no podemos ser cantantes porque somos feos y sucios. Y los profesores dicen que tengo mi gruñido es horrible.

- ¿Ah sí? Pues te diré una cosa. No creo que eso sea motivo suficiente para que te eches atrás. Verás, hay cosas que se pueden cambiar. Por ejemplo, si te lavas bien estarás más limpio y olerás mucho mejor.

- Pero los cerdos no se lavan -respondió el cerdo-.

- ¡Claro, y tampoco son cantantes! Si quieres ser diferente tendrás que hacer cosas distintas.

- Es verdad...

- Respecto a lo de ser feo -siguió diciendo el productor-, eso es algo que carece de importancia. En realidad, forma parte de tu encanto. Además, eso depende de los gustos de cada uno.

- ¿Y mi voz? -preguntó el cerdo.

- En mi opinión tiene personalidad propia y, además, cantas con mucho sentimiento. Ven conmigo y haré de ti una estrella. 

Y así fue como Antón, el cerdo que quería ser cantante, se convirtió en actor de cine y triunfó cantando a su manera.


Autor: 
Eva María Rodríguez

Edades:
 
Todas las edades

No hay comentarios.:

Publicar un comentario