domingo, 2 de abril de 2017

Cuento de los colores.

La disputa de los colores, un cuento para niños sobre la cooperación
La disputa de los colores Un día los colores del mundo empezaron a discutir entre ellos, ya que cada uno pretendía ser el mejor, el más importante,  el más bello, el más útil y favorito de todos.El verde afirmó: 'Yo soy el más esencial, es innegable. Represento la vida y la esperanza. He sido escogido como la hierba, los árboles y las hojas. Sin mí, los animales morirían. Mirad el campo y veréis que soy el que más presente está'. El azul tomó la palabra: 'Tú solo piensas en la tierra, pero olvidas el cielo y el océano. El agua es la base de la vida. Y el cielo nos da espacio, paz y serenidad. Sin mí,  ninguno de vosotros seríais nada'.El amarillo se rió ante esas palabras: '¡Que gracia me hacéis los dos!. Yo aporto la risa, la alegría y el calor al mundo. La prueba es que el sol es amarillo al igual que la luna y las estrellas. Y si miráis al girasol, él os mostrará que yo soy la vida, sin mí, no habría ningún placer en esta vida'.El naranja elevó su voz entre el tumulto: 'Soy el color de la salud y de la fuerza. Tal vez me ven menos a menudo que a vosotros, pero soy útil para las necesidades de la vida humana. Transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, en las calabazas, en los mangos y papayas. No estoy presente todo el tiempo, pero cuando coloreo el cielo en los amaneceres o atardeceres mi belleza es tal que ya no se fija solo en vosotros, se fija en mí'.El rojo, que se había mantenido al margen hasta ese momento, tomó la palabra alto y fuerte: 'Soy el jefe de todos los colores, porque soy la sangre, la energía de la vida. Soy el color del peligro y de la valentía. Siempre estoy dispuesto a pelearme por una causa. Sin mí, la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor, de la rosa roja, de la poinsetia y de las amapolas'. El púrpura se levantó y habló dignamente: 'Yo soy el color de la realeza y del poder. Los reyes, los jefes y los obispos me escogieron porque soy el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me interroga, me escuchan y obedecen'. Finalmente el índigo tomo la palabra con mucha más calma que los demás pero con la misma determinación: 'Pensad en mí, soy el color del silencio. Quizás no me hayáis visto, pero sin mí, seríais insignificantes. Represento el pensamiento y la reflexión, la sombra del crepúsculo y las profundidades del agua. Me necesitáis para el equilibrio, el contraste y la paz interior. Y así, los colores, continuaron jactándose convencidos cada uno de ellos de su propia superioridad. Su disputa se hizo cada vez más fuerte. Pero de repente, un relámpago apareció en el cielo y el trueno gruñó. La lluvia comenzó a caer fuerte e, inquietos, los colores se acercaron unos a otros para sentirse más seguros. Y en medio del clamor la lluvia tomó la palabra: - '¡Idiotas! ¡No dejáis de discutir y cada uno intentar mandar sobre los demás! ¿No sabéis que cada uno de vosotros existís por una razón especial, única y diferente? Juntad vuestras manos y venid conmigo'. -Los colores obedecieron- Y la lluvia prosiguió: 'De ahora en adelante, cuando llueva, cada uno de vosotros atravesará el cielo para formar un gran arco de colores y demostrar que podéis vivir juntos en armonía. El arco iris es un signo de esperanza para la vida y cada vez que la lluvia lave el mundo, un arcoiris aparecerá en el cielo, para recordar al mundo que debemos amarnos los unos a los otros'. 


La ciudad sin colores.
Cuento infantil La ciudad sin coloresVioleta miró por la ventana y observó horrorizada que no solo su habitación, ¡toda la ciudad se había vuelto gris y fea! Dispuesta a saber qué había ocurrido, Violeta, vestida de mil colores, se marchó a la calle. Al poco tiempo de salir de su casa se encontró con un viejito oscuro como la noche sacando a un perro tan blanco que se confundía con la nada. Decidió preguntarle si sabía algo de por qué los colores se habían marchado de la ciudad. -Pues está claro. La gente está triste y en un mundo triste no hay lugar para los colores. Y se marchó con su oscuridad y su tristeza. Al poco tiempo, se encontró con una mujer gris que arrastraba un carrito emborronado y decidió preguntarle sobre la tristeza del mundo.-Pues está claro. La gente está triste porque nos hemos quedado sin colores. -Pero si son los colores los que se han marchado por la tristeza del mundo…La mujer se encogió de hombros con cara de no entender nada y siguió caminando. En ese momento, una ardilla descolorida pasó por ahí.-Ardilla, ¿sabes dónde están los colores? Hay quien dice que se han marchado porque el mundo está triste, pero hay otros que dicen que es el mundo el que se ha vuelto triste por la ausencia de colores. La ardilla descolorida dejó de comer su castaña blanquecina, miró con curiosidad a Violeta y exclamó:-Sin colores no hay alegría y sin alegría no hay colores. Busca la alegría y encontrarás los colores. Busca los colores y encontrarás la alegría. Violeta se quedó pensativa durante un instante. ¡Qué cosa extraordinaria acababa de decir aquella inteligente ardilla descolorida! La niña, cada vez más decidida a recuperar la alegría y los colores, decidió visitar a su abuelo Filomeno. El abuelo Filomeno era un pintor aficionado y también la persona más alegre que Violeta había conocido jamás. Como ella, el abuelo Filomeno tenía el pelo de su barba rojo como el fuego y una sonrisa tan grande y rosada como una rodaja de sandía. ¡Seguro que él sabía cómo arreglar aquel desastre!-Pues está claro, Violeta: Tenemos que pintar la alegría con nuestros colores.-Pero eso, ¿cómo se hace? -Muy fácil, Violeta. Piensa en algo que te haga feliz…-Jugar a la pelota en un campo de girasoles.-Perfecto, pues vamos a ello…Violeta y el abuelo Filomeno pintaron sobre las paredes grises del colegio un precioso campo de girasoles. Un policía incoloro que pasaba por allí quiso llamarles la atención, pero el abuelo Filomeno con su sonrisa de sandía le preguntó alegremente:-Señor Policía, cuéntenos algo que le haga feliz…-¿Feliz? Un sofá cómodo junto a una chimenea donde leer una buena novela policiaca.Y fue así como Violeta, el abuelo Filomeno y aquel policía incoloro se pusieron a pintar una enorme chimenea con una butaca de cuadros. En ese momento una mujer muy estirada y sin una pizca de color se acercó a ellos con cara de malas pulgas, pero el abuelo Filomeno con su sonrisa de sandía le preguntó alegremente:-Descolorida señora, díganos algo que le haga muy feliz…-¿Feliz? ¿En estos tiempos grises? Déjeme que piense…una pastelería llena de buñuelos de chocolate. Poco a poco, todos los habitantes de la ciudad fueron uniéndose a aquel grupo y llenando la ciudad de murales llenos de cosas maravillosas, que a todos ellos les hacían muy feliz. Cuando acabaron, la ciudad entera se había llenado de colores. Todos sonreían alegres ante aquellas paredes repletas de naranjas brillantes, azules marinos y verdes intensos. Volvían a ser felices y volvían de nuevo a llenarse de colores. Terminada la aventura, el abuelo Filomeno acompañó a Violeta a su casa. Pero cuando iban ya a despedirse, a Violeta le entró una duda muy grande:-Abuelo, ¿y si los colores vuelven a marcharse un día?-Si se marchan tendremos que volver a sonreír. Solo así conseguiremos que regresen…Y con su sonrisa de sandía, el abuelo Filomeno se dio media vuelta y continuó su camino a casa.


Sofía
Cuentos infantiles de colores

Sofía es uno de los cuentos infantiles de colores de la escritora María Laura Soteras. Cuento sugerido para niños a partir de seis años.Había una vez, una artista llamada Sofía que vivía en una casa alpina, enclavada en la colina de un bosque sin colores.Un día, el rey Jorge, un joven solitario recluido en un enorme castillo, había enviado a sus secuaces a despintar los ríos, los frutos, las flores, los animales y los pinos, porque deseaba adueñarse de todas las acuarelas del planeta. El rey tenía todo lo que quería, pero había algo que le faltaba; no existía nada que lo conformara. Siempre pedía más para saciar una necesidad que desconocía, mientras el bosque se desteñía.Todo emblanquecía y Sofía, en su casa, pensaba cómo hacer para recuperar la alegría del lugar que desaparecía. Su intuición la llevó a revisar en el baúl donde atesoraba sus obras de arte, allí encontró tres frascos: el primero tenía pintura azul, el segundo guardaba un tono rojo y el tercero contenía un amarillo intenso. Guardó en una maleta sus pinceles y los tres frascos, mientras imaginaba cómo mezclar los colores para salir a pintar el bosque.La sonrisa se dibujaba en su cara y, cuando deslizaba su pincel, reaparecía la magia. Probó combinar el azul con el amarillo y obtuvo el verde para teñir el pasto, las hojas y las copas de los pinos. Luego, juntó el rojo con el amarillo, devolviéndole el matiz a las naranjas y, con el rojo y el azul, coloreó a las lavandas. Recorrió el bosque y pintó cada rincón con un color, dejándose llevar por la inspiración.La aldea volvía a sonreír, gracias a Sofía. Al enterarse el rey Jorge de la noticia, salió enfurecido a buscar a la artista que estaba desobedeciendo sus reglas. No dejó que sus secuaces lo acompañaran, decía que él sólo podía con la muchacha.Pero nada fue como lo planeaba. Al llegar al bosque, aquella tierna dama, lo hechizó con la mirada. Miles de cosquillas sentía el rey en su panza. Había encontrado lo que sin saber buscaba. El amor que Sofía regalaba, era lo que verdaderamente coloreaba su alma.Así fue que el rey Jorge dejó de ser un joven solitario y amargado. La luz de Sofía iluminó su vida.


Ana y los colore
niña animada
Cierto día por la mañana Ana caminaba recogiendo flores silvestres (macachines) por la quinta de su abuelo.En su cabecita rondaba siempre la idea de saber de dónde habrían venido los colores. Y se pregunto. ¿Habrán venido de las flores ?y al mismo tiempo se contestó: Si puede ser… Por eso son tan hermosos.Siguió caminando bajo un cielo plomizo que anunciaba algunas lluvias. Entre paso y paso se internó por los senderos recién carpidos por las manos de su abuelo donde se levantaban hileras de árboles frutales con un aroma delicioso a fruta fresca.Fue ahí donde volvió a comparar el color de las frutas con los colores y nuevamente se pregunto ¿Será que los colores vienen de las frutas ‘?¡Cuánta belleza al alcance de mis ojos me estaba perdiendo dijo Ana! Pensar que mi abuelo siempre me invitaba a recorrer la quinta y yo no queríaEl primer árbol que vio fue un manzano que la recibió con sus ramas abiertas como si fueran brazos llenos de rojas manzanas. La tentación fue más fuerte que ella y arrancó una sin demorar en darle un mordisco, ya sé que las frutas se lavan antes de comerlas pero estoy lejos de poder hacerloSiguió caminando y encontró un cajón con viruta y bananas y con una sonrisa en los labios dijo bravo: rayas negras se pintaronLa mañana transcurría y Ana seguía disfrutando de aquel paseo tan lleno de curiosidad.De pronto tropezó con una pera que casi madura su verde había abandonado y llamándole la atención su forma dijo:– ¡Qué linda! Parece una campanita, y siguiendo por el sendero a medida que descubría las frutas más le preocupaba el ruido de los truenos. Lo que lamento es que si llueve me voy a tener que ir y dejar visitar el resto de las frutas.Entusiasmada siguió caminando y de pronto por el costado vio una fila de color violeta casi de su altura: que resultó ser, unos viñedos plantados a la perfección por las manos de su abuelo. Como si fuera poco y para su asombro los racimos colgaban besando una guía de sandias escapadas de su lugar originalAna estaba emocionada y se lamentaba de no poder ver aquella sandia por dentro ya que había escuchado que esta era veteada por fuera y rojo su corazón.Entre tanta mezcla de colores se le ocurrió preguntar ¿habrá algún fruto marrón?Siguió su paseo y no muy lejos divisa un tejido con una copiosa enredadera y en forma de limones pero de color marrón el kiwi dijo… “¡aquí estoy yo!”Ya no había ni un rayo de sol cuando descubrió a los dos juntitos como si fuera el uno para el otro era un duraznero y un árbol de pelón.Cuando ya decidió que se iba a ir vio al ras del piso unas hojas verdes y algo rojo debajo de un naranjo, se puso contenta y murmuró: “¿La naturaleza habrá puesto esa fruta la alcance de los niños y así nosotros poder recogerlas con nuestras propias manos?Y así fue que la frutilla muy sabrosa con sus pecas deslumbro, a la naranja madura que del árbol se cayó.Los truenos y relámpagos no cesaban y Ana decidió regresar, apenas llegó a su casa se largó la lluvia pero no fue por mucho tiempo. Al poco rato cesó de llover y los rayos del sol se vislumbraban en el cielo.Pero para alegría de Ana, vio a lo lejos un mundo de colores, que para premiarla le había traído el arco iris.Fue un día maravilloso para Ana, no sé si sacó conclusiones pero si estoy segura que aprendió que la belleza está en todas partes cuando la queremos ver y los colores también.


El jardín de los colores
LAPICES DE COLORES
El jardín de los colores. Cuento infantil de los colores sugerido para niños a partir de ocho años.En el Mundo de Papel, a poquitos pasos de la torre de cartón, un grupo de colores bailaban en círculo.— ¡Esta es la ronda, la ronda del arco iris! —repetían a coro.Después de algunas vueltas empezaron a girar más y más rápido, tan rápido que formaron un enorme remolino multicolor.— ¡Esperen, chicos! —interrumpió a gritos el negro agitando su enorme capa oscura — ¡Yo también quiero jugar!— Y en la desesperación manchó a todos con tinta china.Los rojos y anaranjados se taparon los ojos y el verde y el amarillo corrieron a esconderse detrás de los pomos de témpera.— ¡Mirá lo que hiciste! —Dijo el violeta frunciendo el ceño— ¡Oscureciste la ronda!— y sacando el corrector de entre los pinceles lo empezó a correr por todo el lugar.Los demás colores salieron a detenerlo pero eran tantos que se empezaron a tropezar y a empujar y a mezclar.— ¿Qué son esos ruidos? —Se preguntó sobresaltado el blanco, y se asomó por el hueco del sacapuntas — ¿Alguien me puede decir, que está…? ¡Pasandoooooo!— inesperadamente, alguien cayó sobre el sacapuntas, y el blanco salió volando como nube pasajera.El viento lo vio pasar y cuando descubrió semejante enchastre empezó a soplar muy fuerte.Y sopló y sopló, hasta que a los colores separó.— ¡Que no se diga, pan de miga!— les gritó desde el cielo.Todos callaron.— ¡Ya dejen de pelear, y miren los colores que acaban de crear!Al escuchar la rima, los rojos y anaranjados se destaparon los ojos:— ¡Ohhhh! —Exclamaron al ver el paisaje — ¡Qué belleza!En ese momento, el llanto del negro los asustó:—¡¡Buaa!!— Chilló bien fuerte— ¡Creí que sólo servía para oscurecer la vida!— ¡Pero, negro!— le dijo el viento—, vos sos un color y, como todos en este mundo, también sos un creador.Al escucharlo el negro se quedó pensativo, después se secó las lágrimas y levantándose de un salto bañó el pelo de un pincel. Y danzó e hizo piruetas sobre el piso de cartulina dejando formas de distintos tamaños. El violeta, entusiasmado, empezó a rellenar esas formas, y luego lo siguieron los demás colores.Así fue como todos juntos crearon un colorido jardín de flores. El más bello que haya existido antes en el Mundo de Papel.







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